Esta semana don Gonzalez (se)
preguntaba, con total honestidad intelectual, "si el cristianismo ha traído alguna mejoría a la humanidad". (recomiendo leer su
post antes de seguir con el mío)
Allí mismo garabateó con su calidad habitual tres magníficos proyectos de respuesta positiva, no excluyentes entre sí, para después dejarnos la puerta abierta a los legos.
Me ha hecho pensar un poco este Gonzalez (lo que confirma ya con milagros su incipiente fama de santidad).
El primer obstáculo que he encontrado al enfrentarme al interrogante es un problema de definiciones. Mi tonta cabecita adoctrinada por las ciencias biológicas me ha hecho pensar el problema como un ensayo clínico, es decir, un experimento para medir los eventuales efectos de un determinado tratamiento. Está claro que aquí "el cristianismo" es la terapia que se pone a prueba y las variables a observar son varias y están más o menos definidas en la segunda pregunta: "más bueno, más feliz, más sabio, más santo". Pero...y aqui llegamos al problema...¿cuál es nuestro sujeto de estudio, nuestra muestra? ¿sobre qué mediremos la respuesta? ¿sobre "el hombre promedio" (si es que eso existe)?¿sobre la naturaleza humana?¿sobre la conducta humana?¿sobre la humanidad como conjunto de todos los hombres de cada tiempo?¿sobre la cultura?¿sobre la historia?...
Esa diferenciación no es una cuestión menor me parece. Y es cierto que es una separación falsa la que pretendo: las partes hacen al todo y el todo no sólo es la expresión de las partes sino que también las modifica.
Me hubiera gustado leer en serio a Kierkergaard y a Hegel y a tantos otros porque sin duda hubieran enriquecido mi árido razonamiento al respecto. Pero no. Mi formación filosófica es casi nula, la he sacrificado a expensas de un tibio coqueteo con las ciencias de la vida. Tampoco sé mucho de teología cómo para fundamentar tranquilo algunas suposiciones y temo decir demasiadas pavadas (más de las esperables).
Aquí voy.
Dios toca las almas de a uno en uno, nos ha hecho singulares y por lo tanto se dirige a nuestras singularidades, nos llama por nuestro nombre, suponemos que nos quiere salvar a todos pero no en masa. Ese mismo "modus operandi" corresponde también a la Palabra encarnada, a Jesucristo. El Evangelio vino a transformar corazones, de a uno. Somos todos diferentes. La semilla cae en distintos terrenos. La respuesta es distinta.
Y lo mismo, imagino, es válido para el Paráclito, que no podemos obviar en este asunto ya que forma parte de la "acción" de Dios desde la Ascención. Si escuchando a Pedro repleto del Espíritu Santo se convertían 5000 hombres de un saque no lo hacían cual turba enceguecida ante un líder demagógico o un ídolo de rock, sino en forma individual, por la transformación de cada uno de esos 5000 corazones.
La Gracia perfecciona la naturaleza (donde ya está el sello del Creador pero también la huella del pecado original) pero lo hace sólo donde la libertad del hombre se lo permite, no es sistemática, dictatorial, no quiere serlo.
Por lo tanto las modificaciones que el cristianismo pueda haber generado en la conducta humana (ese me parece el mejor sujeto de estudio) y en forma indirecta en las sociedades humanas, no serán parejas, no serán difusas, no serán uniformes. El cristianismo vino a marcar más las diferencias, como esbozaba Hernán en su tercera respuesta. Vino a traer división, como planteaba el evangelio de ayer.
Pero, cosa muy importante, en esa diferencia, en esa lucha, "se empareja para arriba". Aparece aquí abajo algo que antes no había.
Las consecuencias sociales sobre la cultura y la historia (las primeras dos respuestas) serán complejas, pero serán. No dependerán tan sólo de la acción de esa Fuerza sobre algunos sino de la reacción contra esa Fuerza de parte de otros (con Jesús apenas nacido vino la matanza de niños por Herodes, por un san Esteban muriendo mártir había decenas apedreando, etc...no llegaré a mencionar a la ONU para no darle el gusto a mi tocayo)
Recurro entonces a una imagen científica que podría aplicarse (con la mejor de vuestras voluntades) a esta respuesta.
Hay un experimento muy sencillo utilizado para investigar la interacción de los genes y el ambiente (natura vs. nurtura) en el desarrollo de los seres vivos. Es un tema de debate acalorado sobre el que aún no hay consenso unánime (no dejan que haya) por sus consecuencias ideológicas.
Se compara el crecimiento de dos poblaciones de plantitas con la misma calidad genética (igual naturaleza), expuestas a la misma intensidad de luz pero plantadas en medios de diferente riqueza de nutrientes. En la población con deficiencia de nutrientes el crecimiento era parejo pero bajo (imagen: derecha), en la de medio enriquecido aparece la variación, hay algunas plantas que quedan bajas como en la otra población, pero hay algunas que llegan más alto (imagen: izquierda). Esa altura es potencialmente alcanzable según su naturaleza pero depende de que esté en contacto con cierto nutriente para llegar a ella.
El Evangelio es ese nutriente. Desde Cristo a esta parte, la humanidad ha pasado de la situación de la imagen derecha a la de la izquierda. La sangre del Señor en la Cruz ha abonado definitivamente el terreno, nuestra
altura espiritual ya no depende sólo de nuestro voluntarismo ni de nuestras condiciones naturales.
Se podría aplicar aquí aquél slogan que pululaba por las paredes de la facultad en la época post-proceso, creo que del dramaturgo Bertoldt Brecht: "podrán cortar todas las flores (altas, agrego yo) pero no podrán detener la primavera"
Esa es una Buena Noticia.
Por último y a modo de resumen diré que gracias a Cristo y sólo por Cristo tenemos flores espigadas, supremas en su belleza y altísimas como ésta adornando el jardín de las almas.
Originalmente esta foto de la Madre Teresa iba a ser la única respuesta a la pregunta.
Ahora creo que hubiera sido lo mejor respetar esa idea primera y evitar tanto absurdo palabrerío.