peregrino

Todavía estoy conmovido por lo vivido el sábado a la noche en mi primer peregrinación a Luján.

Salí tarde, ya de noche y caminé sólo el último cuarto de los casi 70 km, pero me bastó para sumarme al espíritu devocional del peregrino y emocionarme. Es muy fuerte. Fortísimo. Un millón de personas en movimiento. Un millón!
Las fotos mentales que saqué son indescriptibles. Ahora un mítico éxodo, luego una catástrofe apocalíptica, más tarde una entrada a la Jerusalén celestial. La multitud en la ruta, la noche, los estandartes y las imágenes, las "señoras bien" codo a codo con los pobres más pobres, el comercio, los chicos de parroquia, la cumbia alternando con los rosarios, los desmayados en la banquina, los bebés en cochecito, los enfermos, los improvisados confesionarios bajo el puente, los socorristas, el amanecer y los quejidos de pies dolientes, la marea humana entrando a la basílica, la bendición de un sacerdote viejito que hace cerrar los ojos de los rostros más toscos, la fe hecha acto, el pueblo sufriente, las lágrimas... y Ella, que "es más Madre que Reina" según Teresita, recibiendo a sus hijos...

¿qué? ¿superchería? ¿ignorancia? ¿idolatría?
No: Fe y Amor, mucha fe y mucho amor.

Y pensar que yo me reía de estas muestras de religiosidad popular. Recuerdo un documental brasilero llamado FE que vi en un cine de Rio hace unos 4 años. Muy bueno, creo, bah, ya no sé... Tenía esa trasfondo cínico que da la falsa neutralidad. Recuerdo mi actitud sobradora de entonces, mi risa socarrona en el cine cuando miraba esas cosas desde arriba, desde la altura de mi juicio antropológico, y todavía no entendía nada.

Ahora quiero estar abajo
Quiero pies dolientes y corazón vivo.
Quiero mantener mi condición de humilde peregrino.