un santo para los nuevos orientalistas
Hoy que tantos burgueses materializados compran como si fuese una panacea la espiritualidad oriental de moda (formada por retazos de deformadas tradiciones mezclados "a gusto y piacere" del consumidor hedonista), la figura de San Francisco Javier, este gran santo jesuita que hoy recuerda la Iglesia, debería ser redescubierta. Este nuevo apóstol llevó el Evangelio a India, Indonesia y Japón, convirtiendo a millares tras su paso. Cuentan sus hagiógrafos que estuvo a un tris de llegar al emperador de China y cambiar radicalmente la historia de ese país. Antes lo encontró la hermana muerte:
"El chino no venía a buscarle. Javier estaba en una pobrísima choza, con su fiel Antonio de Santa Fe, que iba a pedir alimentos al "Santa Cruz" porque se morían de hambre. Un viento gélido barría la isla, y el Santo cogió una pulmonía. Estaba acabando su vida. Enrojecido por la fiebre, miraba a ver si venía el chino.
- "¿Te parece, Antonio, que vaya al barco de Pereira?", le preguntó.
- "Me parece muy bien: allí tendrá alimentos y quien lo cuide".
Pero el Santo sólo estuvo en la nave aquella noche, porque no podía soportar el balanceo. Por la mañana volvió a tierra, trayendo unos calzones para el frío y unas almendras. Parecía una brasa encendida por la fiebre. Un portugués amigo le llevó a su cabaña y le sangró. El Santo se desmayó. Luego le vinieron grandes delirios. Decía: "Madre de Dios, ten misericordia de mí... Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Así estuvo durante cinco o seis horas, con mucho fervor.
El día primero de diciembre, mirando con pena al indio Cristóbal, le dijo:
- "¡Ay, triste de ti; ay, triste de ti; ay, triste de ti!".
Conoció que se pervertiría y que moriría en Malaca de un tiro de arcabuz
[...]
" En cuanto vi esto -dice Antonio- me pareció que Nuestro Señor se lo quería llevar presto; y me preparé para velarle aquella noche del viernes al sábado. Y velándole yo toda la noche, y estando él con los ojos puestos en su crucifijo, al romper el alba víle hacer un movimiento extraño; y poniéndole una candela en la mano, estando yo solo con él, se durmió en el Señor". Una paz celestial transfiguró el rostro sonrosado del Santo. Las estrellas latían en la noche. Cristo llevaba al cielo el alma de su santo apóstol. Así murió al alba del 3 de diciembre de 1552, en la isla de Sancián (China), el gran apóstol de las Indias y del Japón. Tenía 46 años. Había recorrido 120.000 kilómetros, como tres veces la tierra. Había ido robando corazones para Dios. Quien miraba su rostro simpático y sonriente, que reflejaba lo divino, se sentía alegre y mejor. Cuando predicaba, más que sus argumentos, convencía con su santidad y con la fuerza de sus milagros.
En seguida vinieron los portugueses del barco de "Santa Cruz". Antonio, ayudado de dos mulatos, metió el cuerpo del Santo, que parecía vivo, en una caja de madera y la llevó en una barca al otro lado del puerto. Los otros, por miedo al frío, no asistieron al entierro. Metió cal en el ataud para que se pudriera pronto la carne y se pudiera llevar más fácilmente el esqueleto. Pasaron tres meses y el navío "Santa Cruz" se preparaba a volver a Malaca. Antonio dijo al capitán:
- "¿Vamos a dejar aquí el cuerpo del Santo?"
Lo desenterraron, y quedaron admirados: estaba fresco, como si estuviera vivo. Lo metieron en una caja mejor que untaron de brea, y se lo llevaron a Malaca.
Allí le recibieron con gran entusiasmo. Cesó en la ciudad la gran mortandad que había. Un enfermo le besó y quedó curado. En Goa le hicieron un gran recibimiento. Esta ciudad tiene el gran honor de tener todavía el cuerpo incorrupto del gran apóstol.
Francisco Javier fue canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV. Benedicto XIV le declaró, en 1748, patrono de Oriente. En 1904, el Papa Pío X, actualmente Santo, le nombró patrono de la Propagación de la Fe y Patrón Universal de las Misiones".
(Fragmento tomado de esta página dedicada al santo. Quizás ésta o ésta sean más recomendables.)
"El chino no venía a buscarle. Javier estaba en una pobrísima choza, con su fiel Antonio de Santa Fe, que iba a pedir alimentos al "Santa Cruz" porque se morían de hambre. Un viento gélido barría la isla, y el Santo cogió una pulmonía. Estaba acabando su vida. Enrojecido por la fiebre, miraba a ver si venía el chino.
- "¿Te parece, Antonio, que vaya al barco de Pereira?", le preguntó.
- "Me parece muy bien: allí tendrá alimentos y quien lo cuide".
Pero el Santo sólo estuvo en la nave aquella noche, porque no podía soportar el balanceo. Por la mañana volvió a tierra, trayendo unos calzones para el frío y unas almendras. Parecía una brasa encendida por la fiebre. Un portugués amigo le llevó a su cabaña y le sangró. El Santo se desmayó. Luego le vinieron grandes delirios. Decía: "Madre de Dios, ten misericordia de mí... Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Así estuvo durante cinco o seis horas, con mucho fervor.
El día primero de diciembre, mirando con pena al indio Cristóbal, le dijo:
- "¡Ay, triste de ti; ay, triste de ti; ay, triste de ti!".
Conoció que se pervertiría y que moriría en Malaca de un tiro de arcabuz
[...]
" En cuanto vi esto -dice Antonio- me pareció que Nuestro Señor se lo quería llevar presto; y me preparé para velarle aquella noche del viernes al sábado. Y velándole yo toda la noche, y estando él con los ojos puestos en su crucifijo, al romper el alba víle hacer un movimiento extraño; y poniéndole una candela en la mano, estando yo solo con él, se durmió en el Señor". Una paz celestial transfiguró el rostro sonrosado del Santo. Las estrellas latían en la noche. Cristo llevaba al cielo el alma de su santo apóstol. Así murió al alba del 3 de diciembre de 1552, en la isla de Sancián (China), el gran apóstol de las Indias y del Japón. Tenía 46 años. Había recorrido 120.000 kilómetros, como tres veces la tierra. Había ido robando corazones para Dios. Quien miraba su rostro simpático y sonriente, que reflejaba lo divino, se sentía alegre y mejor. Cuando predicaba, más que sus argumentos, convencía con su santidad y con la fuerza de sus milagros.
En seguida vinieron los portugueses del barco de "Santa Cruz". Antonio, ayudado de dos mulatos, metió el cuerpo del Santo, que parecía vivo, en una caja de madera y la llevó en una barca al otro lado del puerto. Los otros, por miedo al frío, no asistieron al entierro. Metió cal en el ataud para que se pudriera pronto la carne y se pudiera llevar más fácilmente el esqueleto. Pasaron tres meses y el navío "Santa Cruz" se preparaba a volver a Malaca. Antonio dijo al capitán:
- "¿Vamos a dejar aquí el cuerpo del Santo?"
Lo desenterraron, y quedaron admirados: estaba fresco, como si estuviera vivo. Lo metieron en una caja mejor que untaron de brea, y se lo llevaron a Malaca.
Allí le recibieron con gran entusiasmo. Cesó en la ciudad la gran mortandad que había. Un enfermo le besó y quedó curado. En Goa le hicieron un gran recibimiento. Esta ciudad tiene el gran honor de tener todavía el cuerpo incorrupto del gran apóstol.
Francisco Javier fue canonizado el 12 de marzo de 1622 por Gregorio XV. Benedicto XIV le declaró, en 1748, patrono de Oriente. En 1904, el Papa Pío X, actualmente Santo, le nombró patrono de la Propagación de la Fe y Patrón Universal de las Misiones".
(Fragmento tomado de esta página dedicada al santo. Quizás ésta o ésta sean más recomendables.)
2 Comments:
"Hoy que tantos burgueses materializados compran como si fuese una panacea la espiritualidad oriental de moda (formada por retazos de deformadas tradiciones mezclados "a gusto y piacere" del consumidor hedonista)"
Me parece de muy mal gusto este ataque contra las formas de creencias de otras personas. Si querés que respeten tus creencias, empezá por respetar las de los demás.
Estimado/a comentador/a anónimo/a (no se por qué se me hace que sos mujer):
1)El párrafo es un ataque, es cierto. Reconozco un tono semiagresivo que no puedo evitar cuando quiero ser irónico (debe ser que toda ironía contiene algo de agresión, no creés?).
Lo llamaría "denuncia" más que ataque. Planteo una situación sociológica actual desde mi subjetivísima perspectiva, nada más.
2)Mi estilo puede llegar a ser de mal gusto, no sé, sobre gustos...
3) Eso sí, no le falta el respeto a nadie en particular ni a ninguna creencia digna de él.
Justamente ese es el punto de denuncia, la inconsistencia: te pido por favor que me digas cuál es la creencia ofendida para que redacte mi desagravio...
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