verso converso

aportes incorrectos después de haber caído del caballo...

Y él les dijo: «Así, todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13,52)


julio 16, 2007

el intérprete contraataca

Esta nota fue tapa de La Nación el último sábado.

Volanta (remanida): Según un estudio norteamericano
Título (chan!): El ser humano es más instintivo que racional
Bajada (derrape): La conducta diaria es más rutinaria de lo que se cree


Lo que debería alegrarme, termina enfureciéndome.

¿Por qué debería alegrarme? Pues bien, porque lo que pretende informar la nota es algo muy interesante, algo que aporta a nuestro conocimiento sobre la conducta y la mente y porque veo con agrado que haya difusión de estos temas que a mi tanto me interesan. Es más, si quieren, hasta podría ser la excusa para envanecerme con un -"vieron, yo se los dije antes!" -remitiéndolos a viejos posts del 2004 sobre la teoría del intérprete y mis cuestionables derivaciones espirituales que trataban exactamente este mismo asunto.

Pero si releen aquellos posts verán que, luego de desenmascarar a las falsas convicciones que construyen nuestro yo, el énfasis de la argumentación está puesto en la emoción como base de nuestras acciones. Como constructora de sentimientos y pensamientos. Como el chispazo inicial, no bien comprendido aún en su génesis, que termina moviéndonos.

Emociones e instintos son cosas diferentes.

Sí, es cierto, los instintos también nos mueven.
Animales, naturaleza pura, somos también eso. Maquinaria.
Maquinaria casi perfecta (¿alguien se acuerda de aquello de "la naturaleza caída"?).

Pero no somos sólo animales. No somos sólo instinto. Nunca seremos sólo maquinaria automática.

Hay un rinconcito particular de misterio que la neurociencia, al menos la popularizada, no quiere admitir.

Por ahora, veamos hasta dónde vamos a llegar con el hombre-máquina.

A ver que neurotransmisor será el que me hizo sentir tan mal después de la derrota de la selección ante Brasil. ¿Qué circuito neuronal fue el responsable de la melancolía del atardecer rojizo y fugaz sobre San Cristóbal, hoy en mi balcón?. ¿A qué sinapsis le deberé atribuir la envidia que me genera mi compañero de laburo que fue ascendido?.

Podemos plantear las cosas de ese modo, si queremos.
Ojo, y no sugiero que esté mal que conozcamos cada vez más y mejor nuestro cerebro. Está mal, y muy mal, que nos quedemos en la superficie de este conocimiento para explicarnos como seres humanos. En otras palabras, está muy mal que terminemos de materializarnos.

Al menos, y he aquí mi tórpido consuelo, este enfoque neurocientífico de la conducta aún pecando y errando por materialista quizás sirva para terminar de desterrar el iatrogénico y soberbio error de la teoría psicoanalítica del inconsciente, ese sútil falseamiento del espíritu -¿la clave de su éxito?- propagado durante el post-espiritualista siglo XX hasta nuestros días.

Má sí, lo dije.

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