verso converso

aportes incorrectos después de haber caído del caballo...

Y él les dijo: «Así, todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13,52)


junio 24, 2005

esse est percipi II

HILAS.- Me alegra ver que no eran exactas las noticias que he oído acerca de ti.

FILONUS.- ¡Por favor!, ¿cuáles eran?

HILAS.- En la conversación de la última noche se te presentaba como una persona que sostenía la opinión más extravagante que ha albergado mente humana; a saber, que no existe en el mundo eso que se llama substancia material


FILONUS.- De que no existe eso que los filósofos llaman substancia material estoy firmemente persuadido; pero si se me hiciera ver que hay algo de absurdo o escéptico en eso, renunciaría a ello por la misma razón por la que yo creo que en la actualidad tengo que rechazar la opinión contraria.

HILAS.-
¡Cómo! ¿Puede haber algo más fantástico, más contrario al sentido común, o una muestra mayor de escepticismo que creer que no existe eso que se llama materia?

FILONUS.-
Vayamos despacio, amigo Hilas. ¿Y si se demostrase que tú, que sostienes que existe tal materia, eres un escéptico mayor por tener esa opinión y eres más paradójico y contrario al sentido común que yo, que creo que no hay tal cosa?

Este es un fragmento de Tres diálogos entre Hilas y Filonus en oposición a escépticos y ateos del obispo George Berkeley publicado por primera vez en 1713. Mucho antes de Einstein y su formulita E=m.c2, mucho antes de Fritjof Capra y su "Tao de la física", mucho antes de Matrix y su neoidealismo ciberpunk, mucho antes del "paradigma holográfico" que andan masticando algunos intelectuales new-agers por ahí.

No puedo no volver al viejo Berkeley y su esse est percipi (ser es ser percibido) cada vez que me toca abordar el tema de sistemas sensoriales en la cátedra de neurociencias donde doy clases. Los alumnos se enganchan en las disquisiciones filosóficas que surgen del conocer cómo percibimos, como formamos la "realidad".
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Siempre recuerdo la sorpresa que me llevé al descubrir, a eso de los 20 años, que el sentido general de la filosofía de Berkeley (algo que suena tan serio) la había ya intuído yo a la purreta edad de 9 años mientras hablaba por teléfono con Luis Pedro, un compañero de colegio, en un extraño rapto de inspiración. Fue seguramente un momento de suficiente angustia como para haberlo recordado por tantos años. Había empezado preguntándome algo así cómo "¿existirá realmente Luis Pedro? ¿no será sólo esta voz en el tubo? ¿estará realmente en su casa de la calle Humberto Primo tomando la leche como me dice en este momento o será todo producto de mi cabeza?, ¿y si apareciera yo de golpe ahora en su casa y lo viera, bastaría eso para demostrar que no es también una instantanea aparición en mi cabeza y que recién era sólo una voz en el tubo? Nooo, pero sí hoy lo vi a Luis Pedro en el colegio, era real, jugué a la pelota con él, y no fui el único que lo vió, lo vieron también mis compañeros...
¿y no serán también mis compañeros producto de mi cabeza que reafirman la existencia de Luis Pedro? y etc., etc., etc."
Y bué..., así de complicado era yo de chiquito.

Volviendo a lo nuestro, aunque su empirismo idealista no esté muy de moda que digamos... creo que don Berkeley se merece una retrospectiva seria próximamente.

Por ahora, pareciera que los neurocientíficos se enganchan más con Spinoza. Uno políticamente más correcto para los tiempos que corren.

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