verso converso

aportes incorrectos después de haber caído del caballo...

Y él les dijo: «Así, todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13,52)


junio 01, 2005

monjas desde el bondi

Le explicaba a una amiga monja, muy moderna ella, que no se trata sólo de gustos personales o caprichos. Ni que tampoco es una cuestión ideológica: uno nunca fue tradicionalista o conservador en el mal sentido de los términos.

Es una cuestión visceral, sentida. Me duele que hayan dejado el hábito y los velos.

Ella prefiere no hablar mucho del tema. Ha optado por liberar sus cabellos con total derecho según se le permitió y, como les gusta decir a las monjas modernas, fue un tema “muy rezado”. Esgrime muchas y buenas razones que van desde cuestiones de eficacia pastoral (la mejor llegada a la gente sin la barrera inicial que supone vestir de monja y los prejuicios que esto puede generar), hasta cuestiones de comodidad y adaptación climática (su congregación tiene casas en zonas subtropicales) pasando por el que me parece el meollo del asunto: la idea de que no son necesarios ciertos signos sensibles convencionales para una verdadera vida religiosa.
Afirmación válida quizás, pero peligrosa.

Le cuento entonces a mi amiga una anécdota.
Leer [+]


Le hablo primero del aspecto “doloroso” de mi conversión, del terrible y verdadero dolor que sentía en el primer tiempo por notar la falta de “recuerdo de Dios” en el mundo, injusto olvido del que yo había sido también cómplice durante casi toda mi vida. A partir de la caída del caballo, uno seguía entendiendo racionalmente que “Dios ha muerto” para esta civilización, pero aún así era doloroso descubrir que nadie lloraba ya al cadáver, ni siquiera los deudos más próximos.
Indignación. Visceral, infantil. Literal: no eramos dignos.
-¡La pucha, nadie ya se acordaba de Dios, del Creador! ¡Del que les dió la Vida, del Salvador, del que venció a la muerte! Todos por ahí, entreteniéndose en sus cosas, sin dedicar el más mínimo gesto a lo que de veras importa.
Indignación mezclada con pena.

Y en este escrupuloso y reivindicatorio estado de ánimo, que duró unos meses, me alegraban cosas raras; por ejemplo, me alegraba cada vez que cruzaba un auto con un rosario colgando del espejito. No me importaba que estuviera ahí sólo como adorno, amuleto o fetiche. Estaba ahí y me alegraba. Cualquier huella de Dios me alegraba, sin importar su calidad.

Llego a la anécdota que le conté a mi amiga:
Por esa época, iba yo una mañana a trabajar en colectivo sumido en este malsano estado de ánimo mezcla de ignominia y desesperanza, cuando me sorprende por la ventanilla la imagen de dos monjitas caminando. Nomás verlas y experimento una tremenda consolación. Dos simples monjas: una bastante mayor, la otra, morochita, más joven. Iban tranquilas conversando con sus clásicos hábitos oscuros por la vereda del barrio de Almagro cargando una de ellas una bolsita de compras. No tenían nada de especial, no se las veía devotas ni radiantes ni demasiado felices siquiera. Sin embargo yo, cual orate, miraba a las monjas y lloraba de alegría pensando “hay gente que todavía piensa en Dios”, “¡hay gente que hoy rezó Laudes!”, “hay gente que está rezando en este momento”, “aún hoy hay gente que consagra su vida a Dios”, hasta llegar, en una cadena de ideas esperanzadas, a cosas como “¡Qué linda es la Vida!”, “¡qué bello el mundo aunque agonice!” “Qué bueno es Dios!”, etc... con lágrimas brotando de la mirada perdida para la sorpresa de algún pasajero apretujado. En fin, una consolación marca ACME. Una consolación gratuita.

Le quería explicar a mi amiga que si esas dos monjitas hubieran vestido pantalones y sweter como ella, jamás hubiera yo descubierto desde el colectivo que eran monjas. Que, por supuesto, eso no las hubiera hecho a ellas ni mejores ni peores monjas en un sentido estrictamente eficientista, en lo que se supone son las obligaciones prácticas de una monja, pero que ciertamente mi mañana no hubiera sido igual.

15 Comments:

Blogger XavMP said...

Siento la misma aversión visceral, y la vivo en mi propia familia.

La verdad es que este argumento es uno nuevo que incorporo a la lista.

8:08 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Muy bueno lo de marca ACME. Por aquí hay un refrán que dice que "el hábito no hace al monje". Algunos añaden: "pero lo viste".

4:07 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

...."Afirmación válida quizás, pero peligrosa." Es verdad, esas argumentos y afirmaciones que comentas, son, casi infaliblemente, peligrosísimas para la vocación y aún la Fé personal. Tengo una desconfianza visceral por monjas con pantalones....

11:03 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

¿tema "muy rezado"???? ¡¡Mon Dieu!!!.....
«Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio.
Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes.
Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite;
las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas........

¿A que grupo pertenecerán las monjas "modernas"??

11:11 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Según escuché el dicho "el hábito no hace al monje" es de origen medieval y se usaba exactamente para lo contrario de lo que se usa ahora. El sentido es que no por llevar hábito un tipo es buen monje. Es decir, a demás del hábito debe llevar una vida cristiana. Digamos: es necesario pero no suficiente. Un idiota un día agarró el dicho lo usó como le pareció y pretendió decir: el hábito no hace al monje... ergo, para ser monje no hace falta llevar hábito (?!). NO!! nada que ver. es como decir "dos huevos no hacen un bizcochuelo, ergo, se puede hacer bizcochuelo sin huevos". No, al revés, no es suficiente pero hace falta, entre otras cosas.
En fin, creo que el problema de las monjas y los curas sin hábito es un problema de huevos.

martín.

12:00 a.m.  
Blogger Hernan said...

¿Cuándo llegará el día en que alguien de una vertiente progre de la Iglesia comente y discuta en este blog? Realmente estoy esperando ese momento.
No me siento bien recibiendo sólo adhesiones.

10:52 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Hola Hernan.
A mi me parece bien que las monjas puedan usar o no el habito. Ya sabias mi opinion, pero bueno, a pedido tuyo va x escrito.
Maria

4:09 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Siempre lo mismo, gente, todos opinamos, dale que va...
No importa si es sobre la guerra de Irak, o sobre la simpatía de Bush, o sobre si nuestro presidente Kitchinet tiene que ir al TeDéum en Plaza de Mayo o en Santiago del Estero, el tema es opinar... Basta poner cualquier programa periodístico de la radio, y escucharemos montones de opiniones: María Rosa de Villa del Parque a favor, o Eugenio de Benavídez en contra, o Ernestina de Flores también en contra, o Cacho de Almagro adhiere. Todos opinamos, sobre una amplísima variedad de temas. ¿¿¿Y CON ESO QUé??? Es muy delgada (si es que existe) la línea que separa la opinión del juicio. Uno de los comentadores que me antecede creo que insinúa que la decisión de ponerse o sacarse el hábito tiene que ver con una falta de valentía.
Querido Hernán, así como a vos te consoló y te ayudó a perseverar en el camino de tu conversión identificar a esas dos monjas gracias a que llevaban el hábito, quizás sacarse el hábito pueda ayudar a otras personas consagradas a acercarse a almas que están alejadas de Dios, y hacérselos presente.
Confiemos en que Dios escuchó la oración de las monjas (te dijeron que fue un tema rezado), y ellas hacen lo que Dios les inspira hacer. Si no confiamos en eso, entonces recemos nosotros.
Saludos.
Cacho

1:42 p.m.  
Blogger Hernan said...

se agradecen todos los comentarios

6:01 p.m.  
Blogger Unknown said...

Hace un tiempo leí una noticia de unos Jesuítas que habían hecho una misa de ordenación de nuevos sacerdotes al aire libre, no recuerdo su cerca o dentro de un basurero. Decían que era para estar más cerca de la gente.
Me parece que esas actitudes pueden provenir de cierto tipo de soberbia que dice "mi fe es tan espiritual, tan fuerte, que no necesita de signos externos, esos son para los principiantes".
Uno no puede opinar sobre la fe de los demás, pero al menos mi fe nunca será tan grande que no necesite de signos externos que la eleven un poquito más.
Y lo de estar más cerca de la gente, no sé, sospecho que la gente prefiere tener un bonito recuerdo de la ceremonia antes que salir de su casa y encontrarse con tipos acostados en la calle. En otras palabras, para que la gente entienda qué se hace, hay que rodear el acto de un contexto.

7:47 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

monjas desde el bondi... me hizo recordar un dia de otoño en el colectivo 34 en el que yo iba a mi trabajo desde Liniers hasta Palermo en el año 72. Hasta puedo sentir el calorcito del sol, como algo calentito en la ventanilla y en el alma. A la altura de Nazca, creo, entre bostezos vi a dos monjas que hacian compras con un changuito, puse atención en ellas y entonces miraron hacia mi mientras el colectivo estaba parado, y cuando arrancó nos seguimos con la mirada. Yo quería extraerles en esos segundos un gesto, un ademán, algo que me dijera que eran felices, que eran santas...
nunca pude olvidarme de las monjitas, vestidas de negro y blanco acomodando sus atados de acelga.... era una época en que yo luchaba con mi vocación, entre lo religioso y la insurrección armada. No me decidí por nada de eso, a los pocos meses me casé con un loco que conocí en un recital, tuvimos 8 hijos y ya llevamos como 32 años de casados. A veces, cuando limpio la acelga para la pascualina, me acuerdo de las monjitas..

10:57 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Involuntariamente, ayer escuchaba una conversación sobre una película, protagonizada por Susan Sarandon en el papel de monja (sin hábito ni distintivo) que asistía a un condenado a muerte en una cércel americana. Lo gracioso fue el calificativo que uno de los interlocutores aplicó al personaje de la actriz, para señalar su papel: la llamó "monja ¡¡laica!!". Ese es el grado de confusión que puede provocar un "tema muy rezado"

11:15 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

los habitos antiguos de las monjas eran muy bonitos y llamativos. mis hermanas iban hasta hace 2 años en el colegio de las hijas de maria auxiliadora y me dijeron que habia una monja "moderna" que usaba ropa de calle, y sin mas distintivo que una cruz, y siempre la confundian y le decian "profesora". creo que al final esa monja se fue...

1:36 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

que importa si se distinguen o no?
porque les exigimos a los consagrados que sean mejores que los laicos, exigirles siempre a ellos es tener esa mirada de que Dios les llega primero al papa, luego a los obispos, los curas y recien si les sobra un poco a nosotros, el resto de los mortales que no tomamos la opcion de verda dque es hacerse religioso??
no se, miro menos alas monjas y los curas y me miro amas ami, a mis hnos. si habla de Dios el habito, en realidad tiene que hablar de Dios el respeto a la vida que veamos en las personas...
slds!

11:43 a.m.  
Anonymous Nicole_jesus said...

Totiusque Ecclesiae suae Santae

Que horror. Para revertir sólo tenemos que hacerle caso al mensaje de la Virgen a una niña de 9 años, Bernardita: "Penitencia, penitencia, penitencia".

El hábito es una hermosa representación interior que hace a la monja una imitadora de María, principalmente en su "pureza". Las esposas de Cristo no se pueden vestir como "chicas de la calle". Si se sacan el hábito por calor ya no son mortificadas como María y no se hacen santas y que nosotros estamos en esta tierra para santificarnos y nada más. (A mayor o menor grado. Todos los que están en el cielo son santos con "s" minúscula, osea no conocidos).


Si quieren que progrese la Masonería, dejenles usar pantalones. Si no, pues obtendrán una Iglesia Santa.

5:44 p.m.  

Publicar un comentario

<< Home

Powered by Blogger