verso converso

aportes incorrectos después de haber caído del caballo...

Y él les dijo: «Así, todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13,52)


enero 11, 2005

muertos y dormidos

En Argentina estamos atónitos y doloridos por una catástrofe con decenas de jóvenes muertos. Estúpidamente muertos. Muertos por nada.

¡Cuánto más confusos y doloridos estaríamos si pudiésemos ver las otras muertes! La de algunos de esos mismos jóvenes antes de ir a ese recital, la de algunos que sobrevivieron a ese recital, la de los que ni van a recitales ni son jóvenes, la de los fulanos que sólo hacen cuentas, la de los que se esfuerzan por su minuto de fama, la de los burócratas del ser, la de las pasarelas de modelos, la de sus cafishios ricachones, la de los oficinistas que van a Mar del Plata esta noche anhelando rounds de muerte en bikini, la de los satisfechos con moneditas, la de los profesores de curriculums etéreos, la de los que no necesitan creer ni aparentemente vivir, la de los que dejan sangre en discursos o ideas, la de los temerosos y anestesiados, la de los orgullosamente endurecidos... Las nuestras, nuestras propias muertes.

La muerte diaria. El vacío elegido. Ese invisible genocidio que crece con el siglo. ¡Cuántas millones de muertes nos dolerían a diario (y cuánto!) si pudiésemos ver!...

Convertirse tiene su precio. Hay un instante de pavor. Un instante de pavor necesario.

La salida, la puerta de la Vida, es estrecha. Pero eso ya no lo dice casi nadie.

"La mayor parte de la humanidad está dormida o muerta. Las personas religiosas están, en su mayor parte, dormidas; las irreligiosas están muertas. Las dormidas se dividen en dos clases, como las vírgenes de la parábola que esperaban la venida del Esposo: las prudentes, que tienen aceite en sus lámparas, es decir, están desapegadas de sí mismas y de los cuidados del mundo, están llenas de caridad y
en verdad esperan al Esposo y no desean otra cosa sino su venida, aunque se duerman mientras esperan su aparición; y las otras, que no están dormidas solamente, porque están llenas de ensueños y de otros deseos, cuyas lámparas están vacías porque se han quemado en la sabiduría de la carne y en su propia vanidad, y cuando viene el Esposo ya es muy tarde para comprar aceite y encienden las lámparas hasta que Él se ha ido, vuelven a caer dormidas, con lámparas inútiles, y cuando se despiertan, las despabilan para investigar, nuevamente, los asuntos de un mundo agonizante."

Thomas Merton, monje trapense, converso (1915-1968) de Los hombres no son islas (1954)


Pidámosle al Dios de la Vida ver lo suficiente como para despertar, aunque el panorama nos asuste al principio.
Y una vez despiertos, y una vez consolados en su Esperanza, pidamosle constancia para recargar la lámpara en su Fuente y velar hasta el encuentro definitivo...

Roguémosle a Jesús, al que venció a la muerte, por tantas almas quemadas, por tanta vida perdida.

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