verso converso

aportes incorrectos después de haber caído del caballo...

Y él les dijo: «Así, todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.» (Mt 13,52)


enero 10, 2005

antropólogo en marte

Temple Grandin es una mujer autista con nivel intelectual alto y buen lenguaje. Es un caso extraordinario: no sólo logró terminar una carrera universitaria y doctorarse en etología sino que logró desarrollar un exitoso emprendimiento en el rubro ganadero diseñando un sistema para faenear evitando el stress animal.
Como autista, el ganado fue desde siempre uno de sus "intereses especiales" y tuvo la oportunidad de canalizar este síntoma de un modo socialmente adecuado y además productivo, aprovechando sus habilidades visuoespaciales hiperdesarrolladas para el diseño de novedosos mataderos, corrales y granjas.

Además, Grandin se ha transformado en una referente en el mundo científico relacionado al autismo, al punto de haber escrito su propio libro (Atravesando las puertas del autismo ) y de haber sido citada en muchas obras relacionadas con el tema. Es invitada como conferenciante a los congresos sobre autismo de todo el mundo ya que su privilegiada situación intelectual y su relativo buen funcionamiento social brindan la rara oportunidad de descubrir cómo funciona la mente de un autista en palabras del mismo autista. En esta entrevista hay algo de eso.

Oliver Sacks, un neurólogo devenido escritor (de entre otras cosas el guión de la película Despertares o los relatos neuropsicológicos de El hombre que confundió a su mujer con un sombrero) cuenta su encuentro con Temple Grandin en su libro Un Antropólogo en Marte ( título tomado de una definición de la propia Grandin). De allí este párrafo sobre las primeras impresiones que se llevó Sacks al conocer a Temple:

"Ella hablaba bien y con claridad, pero con cierta fijeza e ímpetu imparables. Una vez empezada una frase o un párrafo, tenía que acabarlos; nada quedaba implícito, en el aire.
Yo me sentía un tanto agotado, hambriento y sediento-había viajado todo el día y no había almorzado- y tenía la esperanza de que Temple se diera cuenta y me ofreciera un poco de café. No lo hizo; de modo que, después de una hora, casi desmayándome ante el bombardeo de sus frases sobreexplícitas e imparables, y ante la necesidad de atender varias cosas a al vez (no sólo a lo que estaba diciendo, que a menudo me resultaba complejo y ajeno, sino también a sus procesos mentales, al tipo de persona que era), finalmente le pedí un poco de café. No dijo "Lo siento, debería habérselo ofrecido antes", no hubo intermedio ni pausa social. Por el contrario, inmediatamente me llevó a una cafetera que estaba en la secretaría, en el piso de arriba. Me presentó a las secretarias de una manera un tanto brusca, dándome la sensación, de vez en cuando, de alguien que había aprendido, de manera tosca, "cómo comportarse" en tales situaciones sin comprender muy bien cómo se sentían los demás, ni los matices y sutilezas sociales implícitos."

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