el velo pintado
Ir al cine sin ninguna expectativa y salir con los ojos llenos de lágrimas y con un poco de vergüenza. Conmovido, abierto al moqueo de par en par.
Cosas que me pasan cada vez menos (digo, tanto ir al cine como conmoverme).
Por eso celebro este regalito de Hollywood. Me refiero a The painted veil (aquí en Argentina convertido en el insípido: "Al otro lado del mundo"), la tercera versión cinematográfica de una (aparentemente clásica) novela de William Somerset Maugham transformada esta vez en bellísimas imágenes, climas, músicas acompañando un drama romántico que me impresionó muy realista, fiel espejo de los tortuosos senderos del afecto humano y sus debilidades. Una historia muy de amor.
Una historia de pecado y redención, aunque esos términos no estén ni mínimamente implícitos. De hecho se le puede dejar pasar el tufillo anticlerical que se cuela en algún diálogo.
Un final redondo, cabal, digno de un "novelón" en el buen sentido.
Impecable me pareció la actuación de Edward Norton, aquel flaco de El club de la pelea. Y esmerada también la belleza lograda en la fotografía que por sí sola vale la pena pagar la entrada.
Amor debajo de mucho barro, almas radiografiadas con sutileza. Una historia muy de amor, dije. Vale la pena.
Cosas que me pasan cada vez menos (digo, tanto ir al cine como conmoverme).
Por eso celebro este regalito de Hollywood. Me refiero a The painted veil (aquí en Argentina convertido en el insípido: "Al otro lado del mundo"), la tercera versión cinematográfica de una (aparentemente clásica) novela de William Somerset Maugham transformada esta vez en bellísimas imágenes, climas, músicas acompañando un drama romántico que me impresionó muy realista, fiel espejo de los tortuosos senderos del afecto humano y sus debilidades. Una historia muy de amor.
Una historia de pecado y redención, aunque esos términos no estén ni mínimamente implícitos. De hecho se le puede dejar pasar el tufillo anticlerical que se cuela en algún diálogo.
Un final redondo, cabal, digno de un "novelón" en el buen sentido.
Impecable me pareció la actuación de Edward Norton, aquel flaco de El club de la pelea. Y esmerada también la belleza lograda en la fotografía que por sí sola vale la pena pagar la entrada.
Amor debajo de mucho barro, almas radiografiadas con sutileza. Una historia muy de amor, dije. Vale la pena.