la luz de la voz
Sabía de esas voces. Yo sabía
que los ecos sonaban. Que la suerte
eran ecos, no voces; que solía
tañir el desencanto. (Que la muerte
era el límite al fin. Pero temía.
Y todo era tan simple: era ser fuerte.
Más fuerte que la muerte, me decía.
Y temía la luz que me despierte...)
Hasta que al fin la voz sonó más clara,
más sutil, más veraz, más fiel. Más rara.
Y por sólo esa vez fue rumorosa.
Y por única vez me vi librado
del eco del silencio ya opacado
por la voz que ilumina silenciosa.
Eduardo
Maravillosa descripción hecha poesía de una conversión -o al menos eso entiendo- que tuve que copiar así, enterita y sin preguntar, ya que sólo linkear hubiera quedado corto.
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