Jn 9
Así profetiza mi tocayo en este post muy bien llamado eugenesia siglo XXI
Después, con su característica agudeza, nos marca la siguiente contradicción:
A mi este tema me toca muy de cerca. Por mi profesión (soy neurólogo infantil) convivo con la discapacidad de niños y no me es nada ajeno el impacto en las familias. Ya he visto, sentido, olido, escuchado lo suficiente como para desidealizar el asunto. Un niño autoagrediéndose sin parar o escupiendo a todo el que se cruce o ahogándose en su propia saliva por no poder deglutir no tiene nada de romántico. Muchas veces no es tan fácil ver allí la mano de Dios.
Ya he tenido que hacer llorar a demasiada gente con mis diagnósticos. Ya he tenido que quedarme sin explicaciones ni consuelo demasiadas veces. En algún momento sospeché que elegir esta especialidad había sido un arranque de locura y mi juvenil ideal una terrible tentación pero ahora, que ya confirmé mi sospecha inicial (realmente es algo loco hacer esto y ciertamente pudo haber vanidad en mi vocación altruista), lo encuentro además un tremendo privilegio.
No se si existen cosas más verdaderas en el mundo que la baba chorreante de mis pacientes, sus sillas de ruedas, o sus casi insoportables quejidos guturales que reemplazan verbos, pero seguro seguro seguro no hay nada más real, más verdad, más amor, más vida, que una madre o una monja limpiando esa baba una y otra vez, un papá arreglando la silla cuando el nene crece, o una hermanita cantando una canción para calmar los insoportables alaridos de su hermano.
Pero tuvieron que pasar varios años para esto. Y una tremenda conversión.
Ahora puedo decir con certeza que coincido plenamente con mi tocayo amigo: estos seres dolientes tienen un sentido, un sentido misterioso.
O no tan misterioso:
Ya hay un reproche implícito hacia los padres que, detectado el síndrome de Down (por ejemplo) en el feto, deciden no abortar. ¿En cuánto tiempo tendremos un reproche explícito, una condena social, campañas de concientización impulsadas por el gobierno? ¿Cuántos años habrá que progresar para que los padres que tengan chicos Down sean mirados como crueles? Son sus prejuicios reaccionarios, dirán, quieren sentirse tranquilos y virtuosos obedeciendo las reglas de su religión, quieren estar en regla, y no les importa traer al mundo un chico que sufre y que no nunca podrá tener una vida plena; y que también dificultará la vida de los de su entorno; hay que ser...
Después, con su característica agudeza, nos marca la siguiente contradicción:
...la existencia de los discapacitados, el sólo nacimiento de un chico Down, suele ponerse como una objeción contra el teísmo: si existiera un Dios bueno y todopoderoso, no permitiría eso... dicen.
[...]
Pero hete aquí que esos seres dolientes, a los ojos del creyente (cristiano o no) jamás fueron una mancha en el universo, siempre se integraron a él, siempre tuvieron un sentido, aunque sea misterioso...
A mi este tema me toca muy de cerca. Por mi profesión (soy neurólogo infantil) convivo con la discapacidad de niños y no me es nada ajeno el impacto en las familias. Ya he visto, sentido, olido, escuchado lo suficiente como para desidealizar el asunto. Un niño autoagrediéndose sin parar o escupiendo a todo el que se cruce o ahogándose en su propia saliva por no poder deglutir no tiene nada de romántico. Muchas veces no es tan fácil ver allí la mano de Dios.
Ya he tenido que hacer llorar a demasiada gente con mis diagnósticos. Ya he tenido que quedarme sin explicaciones ni consuelo demasiadas veces. En algún momento sospeché que elegir esta especialidad había sido un arranque de locura y mi juvenil ideal una terrible tentación pero ahora, que ya confirmé mi sospecha inicial (realmente es algo loco hacer esto y ciertamente pudo haber vanidad en mi vocación altruista), lo encuentro además un tremendo privilegio.
No se si existen cosas más verdaderas en el mundo que la baba chorreante de mis pacientes, sus sillas de ruedas, o sus casi insoportables quejidos guturales que reemplazan verbos, pero seguro seguro seguro no hay nada más real, más verdad, más amor, más vida, que una madre o una monja limpiando esa baba una y otra vez, un papá arreglando la silla cuando el nene crece, o una hermanita cantando una canción para calmar los insoportables alaridos de su hermano.
Pero tuvieron que pasar varios años para esto. Y una tremenda conversión.
Ahora puedo decir con certeza que coincido plenamente con mi tocayo amigo: estos seres dolientes tienen un sentido, un sentido misterioso.
O no tan misterioso:
Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. (Jn 9, 2-3)
7 Comments:
Que Dios le bendiga por lo que hace por ellos.
Magnífico post. Ánimo con tu admirable (y duro) trabajo.
Un abrazo
Misterio grande, si los hay...
En este punto la objeción atea tiene una fuerza formidable, hay que armarse de fe para repelerla.
Alguna vez he sentido el abrazo y el beso pegoteado de una niña "diferente"; he escuchado los gritos guturales de mi pequeño vecino que aletea como colibrí para llamar mi atención. Extrañamente he sentido más amor en ellos hacia mi que las personas que llamamos normales. Y por esa enorme capacidad de entrega y la inocencia, creo que Dios NOS los regala. Ellos han hecho mi vida más alegre y me contagian de ingenuidad.
Aprecio tu trabajo. Tal vez uno de esos seres tan especiales esté bendiciendo a alguien y no lo sabes.
Un saludo muy afectuoso.
Gracias por este post.
Con este post, me hiciste extrañar mucho a quienes por tantos años fueron mis pacientes. No puedo decir nada. Gracias!
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