destierro
"Bienaventurado es el que no mira como propias las cosas de la tierra, ni pone su descanso en el mundo, como si fuera la verdadera patria; antes bien, llora de ver que esta estancia le está privando de las cosas mejores, y así sufre la vida como domicilio de su destierro. (San Basilio, in Psalm. 14, sent. 1, adic. Tric. T. 3, p. 379.)"
La imagen de la vida presente como destierro de una Vida con mayúsculas (el Cielo ¿por qué no decirlo como corresponde?) me parece no sólo muy didáctica como imagen sino muy necesaria para vivir en la fe. Así nos lo explican los Padres de la Iglesia en esta página sobre el desprecio del mundo que me recordó al viejo Kempis.
Pareciera que para la teología moderna estas ideas no corren más hace rato, digo yo, impropiamente, sin tener ni idea de teología. Quizás me equivoco fiero, pero convengamos que este tipo de dogmas clásicos no son los que hoy nos transmiten nuestros pastores y catequistas. Hasta me atrevo a decir que tienen mala prensa.
“El mundo no es para despreciarlo, es para amarlo”; nos dirán. Y tienen razón.
"Pero...¿amarlo cómo?" les respondo. He aquí todo un meollo de la cuestión.
"La presente vida con todo cuanto la acompaña para nuestro uso, debe ser como una posada para el caminante, y no como casa del que ha de morar siempre en ella. (San Agustín, in Psalm. 32, sent. 32, Tric. T. 7, p. 457.)"
¿Se puede ser cristiano y burgués? Je ne sais pas, Monsieur Bloy, je ne sais pas...
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